El incidente de nulidad de actuaciones

Laburpena

El incidente de nulidad de actuaciones (art. 241 LOPJ) puede ser considerado uno de los remedios procesales que mayor relevancia ha adquirido últimamente. Este reciente protagonismo avalaría --en el sentido de servir de motivo y acicate-- la elaboración de un trabajo descriptivo de su enjundia, a través del cual, y al calor de tal significación, poner el acento en su pasado, presente y --aun cuando solo fuera con simples esbozos-- también sobre su futuro. Tal premisa justifica buena parte del contenido y estructura de esta tesis doctoral. Así, la obra arranca abordando el análisis de la materia llamada a ser --al menos de atender a la denominación de tan especialísimo cauce-- su objeto natural, en constante evolución a lo largo de los siglos y, precisamente por ello, necesitada de una previa y conveniente aclaración terminológica (Capítulo Primero). Acto seguido, el estudio se detendrá en las heterogéneas y sucesivas configuraciones legales aparecidas (o, mejor, sufridas), destinadas a constituir antídotos normativos en ocasiones peores al mal que pretenden tratar (Capítulo Segundo). El apartado siguiente seguirá pormenorizando los rasgos más señeros de las relaciones, no del todo pacíficas, entabladas con otras figuras de similar importancia (Capítulo Tercero); una de las cuales, el recurso de amparo, en atención a una serie de circunstancias de gran calado, merece un tratamiento aparte (Capítulo Cuarto). Ahora bien, y como cabe esperar, la investigación no quedaría completa si la misma no avanzara más allá de los aspectos puramente expositivos. Antes al contrario, el esfuerzo exigido a la hora de desentrañar el largo catálogo de puntos controvertidos en presencia --anotados y clarificados allí donde es menester-- facilita, al final, la elaboración de unas conclusiones firmes, pero --se presume-- no exentas de ciertas dosis de polémica. Quien se aventure a una lectura sosegada del texto encontrará muchos lugares para el encuentro y, de seguro, mucho más interesantes y productivos, para el desencuentro; estos últimos constituyen el fundamento inexcusable para cualquier debate constructivo, según le consta a quien escribe a partir del intercambio de opiniones permanentemente abierto con sus directores.