La obra lírica de César SimónPoética del paisaje y de la conciencia.

  1. Pozo Sánchez, Begoña
Dirigida por:
  1. José Luis Espinosa Carbonell Director/a
  2. Antònia Cabanilles Director/a

Universidad de defensa: Universitat de València

Fecha de defensa: 25 de enero de 2008

Tribunal:
  1. Guillermo Carnero Arbat Presidente/a
  2. José Luis Falcó Secretario/a
  3. Vicente González Martín Vocal
  4. José Enrique Martínez Fernández Vocal
  5. Pedro J. de la Peña Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

RESUMEN La poesía de César Simón (1932-1997) se presenta como una rareza dentro del panorama de la poesía española del último tercio del siglo XX. La excepcionalidad de su escritura reside en su marcado carácter filosófico, así como en la articulación de un universo compacto y clausurado desde las primeras publicaciones. Dándose a conocer de forma tardía y periférica, la obra de Simón ha supuesto un desafío para la estructura jerárquica del canon poético; situación que se está viendo modificada en tiempo reciente ya que han comenzado a aparecer algunas publicaciones que están agrietando esta fortaleza casi inexpugnable. De este modo, antologías -bien de grupo o individuales-, números monográficos de revistas y reediciones de algunas de sus obras están contribuyendo a generar dinámicas de lectura y recuperación de su obra. Ello implica que la dificultad no estriba realmente en su adscripción o no a la Generación del 50 o a la del 70; del mismo modo que tampoco depende de si deba ser considerado un "poeta isla" o un "poeta al que le sobra su generación". La tesis doctoral analiza en el capítulo dedicado a las "Cuestiones preliminares" el estado de la cuestión teniendo en cuenta las aportaciones de críticos y antólogos; sin embargo no se ha pretendido agotar ni zanjar el conflicto sino, simplemente, evidenciar la pluralidad -así como la discrepancia- de pareceres. El corpus central responde al análisis pormenorizado de los grandes pilares sobre los que se sustenta la lírica simoniana: el paisaje y la conciencia. La weltangschauung simoniana o "tema único" se manifestó desde los primeros escritos como un "estupor ante el mundo y ante la conciencia". Este extrañamiento fue calificado desde las aproximaciones iniciales a su obra como "filosófico", "metafísico", "contemplativo" o "del pensamiento". En este sentido, no debemos olvidar que el mismo Simón, describiendo la obra de Juan Gil-Albert, empleó el término "meditativo" para indicar una escritura donde "a pesar del tono sosegado, del verbo filosófico y la mayor desnudez, no deja de alentar, aquí y allá, un fervor inextinguible". El mismo fervor es el que alienta en toda la obra simoniana convertido, en su caso, en extrañeza consciente desde la que contemplar y ser contemplado. Así, como indica Argullol, se manifiesta "la conciencia de habitar un mundo ilimitadamente fragmentado, tratando, como contrapartida, de percibir el cada fragmento una ilusión de unidad". El carácter fragmentario de la realidad exterior, del paisaje, de la otredad es signo y correlato de la percepción interior, múltiple y poliédrica. Sin embargo, dicha multiplicidad se halla envuelta por la conciencia última, elemento clave generador de unidad y vertebrador de la poética simoniana. Su presencia reiterada imprime un tono, un estilo, una monotonía -si empleamos el término propuesto por Julián Marías para calificar el "tema único" unamuniano- emparentada directamente con la repetición. En consecuencia, la reiteración es la "forma unificadora" del pensamiento y de la escritura simoniana, dando lugar a la unidad dinámica y permanente de su obra. En este sentido debemos indicar que la obra de Simón está siempre en movimiento permanente, creando una estructura que hemos calificado "de espiral", ya que el centro de la cosmovisión se mantiene y engarza todas las publicaciones, a pesar de que haya elementos que aumenten o disminuyan su frecuencia de aparición pero que, inevitablemente, terminarán aproximándose a la potente sinergia del núcleo. Así pues, la evolución de la lírica simoniana responde a un movimiento constante de ampliación y de recuperación que le confiere una fuerte estabilidad y una significativa unidad. Desde esta perspectiva de retroalimentación continua, la presencia de la isotopía -tanto discursiva como temática- se manifiesta como un recurso de alto rendimiento, vertebrador del estilo y del universo poético. La obra de Simón destaca por la (re)creación un paisaje exterior muy concreto marcado, desde un primer momento, por la presencia de un mar mítico y por los espacios abiertos al campo hermético, a la tierra desolada, prieta, febril donde la sombra se convierte en el punto privilegiado de intersección entre la claridad solar y la presencia de un bulto; donde el sujeto camina y, consciente, se abandona embriagado a las sensaciones. Este personaje sensitivo, pegado literalmente a la tierra, es inherente a toda la lírica simoniana, por ello va a mantener su presencia desde la infinitud y la indeterminación de los espacios abiertos -recogida, por ejemplo, en los primeros tres poemarios- hasta la concentración densa de los misteriosos espacios interiores -construidos, especialmente, a partir de Precisión de una sombra-. Sin embargo, no sólo le concede unidad a su obra la presencia permanente de un protagonista poemático distanciado "que observa", que "sabe que observa" y "que sabe que observa" dentro del mundo en el que se halla inmerso; sino que también favorece dicha compacidad la sacralización progresiva con la que el sujeto lírico se adentra en el paisaje, en un ámbito cada vez más profundo y más alto, más etéreo y más denso. Esta tensión entre los puntos equidistantes es atravesada por un personaje que manifiesta un permanente sentido odológico. De este modo, los pasos pegados a la tierra y, al mismo tiempo, resonantes como la reverberación del silencio tras la música o las palabras se convierten en uno de los símbolos de creación identificadores de la lírica simoniana. Así sucede también con la respiración o con el tacto, operaciones esenciales que sitúan al sujeto consciente en la cumbre de su paisaje y, mediante el análisis de las cuales, siempre desde una conciencia alucinada y vigilante, se llega a la percepción holística, completa y totalizadora del mundo. En este sentido no debemos olvidar que el estupor con el que se enfrenta el sujeto a su propia conciencia se encuentra íntimamente ligado a la percepción misteriosa, en primer lugar y, después, sagrada, del paisaje y de la conciencia que lo habita. Por todo ello, la fusión permanente entre el paisaje y la conciencia, entre el mundo y la escritura, determina radicalmente el "textimonio" lírico simoniano, caracterizado por esa pátina filosófica que le confiere una perspectiva distanciada y trascendida de lo real. __________________________________________________________________________________________________